miércoles, 1 de enero de 2020

no me quedan más excusas para justificar mi fracaso,
mis padres me dieron lo mejor que pudieron, no miento,
la mejor escuela, aunque no tuviera los juguetes o marcas
de moda. Nunca nos faltó nada de comer: arroz y frijoles
sin falta en el menú. Nunca me sacaron del salón para que
hablara con mis padres de que estaban atrasados en la
colegiatura como a varios compañeros.  Tal vez reusé algún
material de mi hermano mayor, o de otro estudiante, o ropa,
pero nunca me faltó nada.
Tengo 31 años, a esta edad mi madre ya tenía un hijo, una
carrera que ella misma se costeó, su carrito, había logrado
abrir su consutorio.  Mi padre que es menor que mi madre,
a los 31 años, ya tenía un hijo y a mi, trabajaba el consultorio
de mi madre y a pesar de todos sus problemas, a penas se
estaba asentando en su profesión. Yo, no tengo ni donde
caerme muerta, si no es la casa de mi mamá y papá.
Ya no puedo lamentarme y llorar de que nunca me quisieron,
cuando ahora sé que no es cierto, de hecho, creo que me
amaron demasiado.
No se me ocurre como sobrevivir, como hacer dinero, como
vivir. Y esa, no es la culpa de nadie, sino simplemente mía.
Ya no puedo lamentarme estar soltera y sin hijos, por haber
vivido mi adolescencia en la locura, antes pensaba que no
sería valorada, hoy sé que valgo más de lo que creo.
Ya no tengo mi el valor, ni la moral, ni las ganas de seguir
victimizándome.




No hay comentarios.: