martes, 10 de diciembre de 2019

21 oct 2019

Me siento tan perdida, sin rumbo fijo, sin un destino que encontrarme con la muerte.
Todo parece desvanecerse en las brasas como después del fuego luchar contra la materia.
La esperanza se levanta para los jóvenes, pero a los jóvenes adultos perdidos entre
sus sueños y la realidad, quisiera que al menos mi muerte sea merecedora de partir,
porque de hasta morir tengo miedo, quiero ser polvo y regada en un parque, en una
isla, en una ráfaga de viento e irme, para no ser carga de nada.
La escritura, el cine, el arte que tanto me han abrazado, me han hecho conocerme
como nunca lo hubiera hecho, pero no pude contra mis miedos más internos,
me siento como Pizarnik inhabilitada para trabajar, para vivir.
¿A quién le escribo yo? sino a un submundo de algoritmos que se resumen en
cero y uno, uno cero, cero, cero, cero, uno.
Vivo frustrada porque sufro como Pizarnik, pero ni soy la mitad de lo que ella era.
Tarde encontré mi camino, lleno de piedras, qué de jóven sin problemas las brincaba,
las volaba; pero ahora estoy cansada, cada paso que doy es lánguido y pausado.


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