lunes, 30 de noviembre de 2020

Menstruación

La amistad más leal y honesta que tengo en el mundo es con mi menstruación, sinceramente nunca añoro su llegada; bueno, me ha pasado en contadas ocasiones que la he esperado con toda mi alma y su visita me ha dado alegría. Con los años nos hemos aprendido a conocer y a manejar una relación cordial, aunque a veces me haga enojar cómo al presentarse a mis 12 años en unas vacaciones decembrinas con una máscara ingenua de felicidad, o llegar sin avisar el día que iré a la playa por que no me gustan los tampones. La he llegado a conocer tan bien que por fin hemos pactados días de estancia y que sin falta llegará a inicios/finales de mes, generalmente me llama con un enorme grano en mis glúteos o en mi rostro, unos antojos de adolescente y una extrema sensibilidad a todo lo que me rodea; generalmente lloro pero cuando se anuncia es un llanto excesivo. De hecho la regla es lo más estable y constante de mi vida, pero no la soporto y al mismo tiempo le he tomado cariño, nunca me ha abandonado; pocas veces la extraño por que en esos días mi cuerpo lo siento muy incómodo. Nunca olvidaré aquel día que me subí a un taxi en Cuba en la parte delantera, mientras en la parte trasera mamá y papá descansaban de caminar mucho tiempo en la Habana, el taxista platicaba con mi padre de que le podría presentar alguna novia cubana en frente de mi madre, me molestó tanto el comentario dentro de otros qué esperaba bajarnos pronto, al llegar al destino caminamos rápido; no quería aletargar más la incomodidad; a lo lejos escuchamos la voz del taxista llamando a mi papá y le dijo algo en secreto; yo pensé que le estaba pasando un número, pero no; le estaba diciendo a mi padre que me cuidara porque había manchado el auto, y no es la primera vez que me pasa, siempre ando manchando la ropa, las sábanas, los calzones, ¡es tan odioso!, a veces dudo de mi higiene, pero dentro de todas las manchas que voy dejando, la historia del taxista la tomé como justicia femenina y también me ha salvado en momentos mágicos, como el día que por fin me encontré en la habitación del hombre de mis sueños, y gracias a mi menstruación, por pena de ensuciar sus sábanas blancas, despertamos abrazados como en un cuento de hadas (ojalá mi memoria involuntaria fuera más selectiva y me acordara todas las veces que me ignoraba en los pasillos). Muchas personas han llegado e ido de mi vida, de íntimas se convierten en pasajeras, que insisto, al final lo más duradero es mi menstruación, hemos tenido muchas aventuras y ensuciado muchas telas, y apesar de las vergüenzas al final nunca ha huido de mí como otras personas lo han hecho. La verdad ha sido muy fiel y leal conmigo, rara vez me lastima o me hace llorar del dolor. En mi caso, ha sido una muy buena amiga, y yo como siempre soy la peor de todas, porque me enojo en lugar de abrazarla. Acá entre nos, me hace recordar lo viva que estoy pero me enojo con ella porque me da pena siempre andar manchando todo a mi paso por ser tan descuidada o generar olores por no ser muy asidua a las duchas. Sé que algún día se irá para siempre, muchas veces lo he deseado, pero creo que la voy a extrañar, aún nos faltan unos años para seguir creando anécdotas juntas, conociéndonos en otras etapas de mi vida, sólo espero amarla sin ser demasiado tarde.

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