La amistad más leal y honesta que tengo en el mundo es con mi menstruación,
sinceramente nunca añoro su llegada; bueno, me ha pasado en contadas ocasiones
que la he esperado con toda mi alma y su visita me ha dado alegría. Con los años nos
hemos aprendido a conocer y a manejar una relación cordial, aunque a veces me haga
enojar cómo al presentarse a mis 12 años en unas vacaciones decembrinas con una
máscara ingenua de felicidad, o llegar sin avisar el día que iré a la playa por que no me
gustan los tampones.
La he llegado a conocer tan bien que por fin hemos pactados días de estancia y que sin
falta llegará a inicios/finales de mes, generalmente me llama con un enorme grano en
mis glúteos o en mi rostro, unos antojos de adolescente y una extrema sensibilidad a
todo lo que me rodea; generalmente lloro pero cuando se anuncia es un llanto
excesivo. De hecho la regla es lo más estable y constante de mi vida, pero no la
soporto y al mismo tiempo le he tomado cariño, nunca me ha abandonado; pocas
veces la extraño por que en esos días mi cuerpo lo siento muy incómodo. Nunca
olvidaré aquel día que me subí a un taxi en Cuba en la parte delantera, mientras en la
parte trasera mamá y papá descansaban de caminar mucho tiempo en la Habana, el
taxista platicaba con mi padre de que le podría presentar alguna novia cubana en frente
de mi madre, me molestó tanto el comentario dentro de otros qué esperaba bajarnos
pronto, al llegar al destino caminamos rápido; no quería aletargar más la incomodidad;
a lo lejos escuchamos la voz del taxista llamando a mi papá y le dijo algo en secreto; yo
pensé que le estaba pasando un número, pero no; le estaba diciendo a mi padre que
me cuidara porque había manchado el auto, y no es la primera vez que me pasa,
siempre ando manchando la ropa, las sábanas, los calzones, ¡es tan odioso!, a veces
dudo de mi higiene, pero dentro de todas las manchas que voy dejando, la historia del
taxista la tomé como justicia femenina y también me ha salvado en momentos mágicos,
como el día que por fin me encontré en la habitación del hombre de mis sueños, y
gracias a mi menstruación, por pena de ensuciar sus sábanas blancas, despertamos
abrazados como en un cuento de hadas (ojalá mi memoria involuntaria fuera más
selectiva y me acordara todas las veces que me ignoraba en los pasillos).
Muchas personas han llegado e ido de mi vida, de íntimas se convierten en pasajeras,
que insisto, al final lo más duradero es mi menstruación, hemos tenido muchas
aventuras y ensuciado muchas telas, y apesar de las vergüenzas al final nunca ha
huido de mí como otras personas lo han hecho. La verdad ha sido muy fiel y leal
conmigo, rara vez me lastima o me hace llorar del dolor. En mi caso, ha sido una muy
buena amiga, y yo como siempre soy la peor de todas, porque me enojo en lugar de
abrazarla. Acá entre nos, me hace recordar lo viva que estoy pero me enojo con ella
porque me da pena siempre andar manchando todo a mi paso por ser tan descuidada o
generar olores por no ser muy asidua a las duchas.
Sé que algún día se irá para siempre, muchas veces lo he deseado, pero creo que la
voy a extrañar, aún nos faltan unos años para seguir creando anécdotas juntas,
conociéndonos en otras etapas de mi vida, sólo espero amarla sin ser demasiado
tarde.
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